miércoles, 27 de abril de 2011

Días aciagos

Que la enseñanza pública en España está mal es algo de todos sabido, de todos comentado y por los políticos profesionales oligarcas del Régimen de 1978 obviado y tolerado. Tal vez porque les interese tener una panda de bestias de carga más que ciudadanos. La oligarquía necesita ciudadanos sumisos. En el fondo las democracias representativas son oligarquías de partidos. Sobre todo, esto ocurre con las democracias parlamentarias. La enseñanza está mal, sí, claro que lo está. Lo está desde hace muchos años. Los progresistas querían convertir a los institutos en casas del pueblo del PSOE y lo han conseguido. Los progresistas querían que los alumnos fueran progresistas y lo han conseguido. Ahora sólo tienen acémilas sumisas, perezosas, corruptas y han creado un numeroso lumpemproletariado a su servicio. Han creado una clientela política de analfabetos. Analfabetos, sí, cuanto más progresistas, más analfabetos. El progresismo es la degeneración de la socialdemocracia en el seno de los Estados del Bienestar. Se convierte en pensamiento Alicia y al final sólo defiende pura palabrería vacua y vana y se vanagloria de su vacío y de su inanidad. Una decadencia infinita, un nihilismo pasivo que a nada conduce, al vacío y al relativismo.
Resulta difícil ya el mero hecho de dar clase. No es que los alumnos sean incultos, poco inteligentes, poco laboriosos académicamente. Es que ya simplemente no te dejan dar clase. Y a estos indeseables tenemos que soportarles paciente y pasivamente y sin protestar. La Inspección no se preocupa de la enseñanza sino de contentar a la sociedad de las familias. Esto es vergonzoso e inmoral. Es que el progresismo es inmoral. Díganme algo digno que haya aportado el progresismo a España y a la enseñanza.
La enseñanza obligatoria debe rebajarse un par de años por lo menos. La expulsión de los institutos debe estatuirse como un hecho normal y deseable. No se puede obligar a nadie a aprender y no se puede obligar a los demás a que soporten la estupidez propia. La enseñanza del bachillerato es para los que quieran y para los que puedan. Para el resto tiene que haber otras alternativas adecuadas a su naturaleza y a sus intereses.